Juan y María se casaron hace cuarenta y cinco años, cuando todavía María no había cumplido los 25. Han sido una pareja modelo, aunque últimamente la cosa no va bien. Pepe no quiere oír nada sobre salir de su entorno, hacer cosas nuevas, ir de viaje, etc. A él, lo que le gusta es hacer todos los días lo mismo, porque así se siente seguro.
Y María, está harta. Que se nos escapa la vida, Juan —le dice María—. Yo quiero ver mundo. Ahora es el momento. Podemos, no tenemos obligaciones, y tú me tienes aquí metida en casa todo el día. Mira que te quiero, pero como sigas en ese plan, que miras solo tu comodidad, te vas a quedar solo y yo voy a hacer mi vida.
- ¿Sabe Juan cómo se siente María?
- ¿En qué está pensando Juan cuando siempre le dice a María que no?
- ¿Cómo se siente María?
A lo largo de tu vida, has establecido muchas relaciones sociales, que te siguen acompañando hoy en día y que generalmente te proporcionan apoyo emocional.
Los conflictos forman parte natural de estas relaciones sociales.
Podemos decir, que se origina un conflicto cuando dos o más personas entran en desacuerdo porque sus intereses, necesidades o deseos son incompatibles o percibidos como incompatibles.
¡Vivir es tener conflictos!
O, para expresarlo desde otra perspectiva, los conflictos son parte de la vida.
Antes que no hacerles frente o rechazarlos, lo que debemos aprender es a gestionarlos y manejarlos, para considerarlos una oportunidad de crecimiento personal y para mejorar la situación o relación.
La gestión eficaz de los conflictos, además de favorecer el mantenimiento de las relaciones, ayuda a minimizar o eliminar el malestar emocional generado.
Gestión eficaz de los conflictos
Sin embargo, existen conflictos que, por distintos motivos, no pueden resolverse, y con los que hay que aprender a convivir.
En algunos de estos casos puede surgir la ocasión, pasado algún tiempo, de actuar y aclarar nuestros puntos de vista y de entender los de las demás personas implicadas.
Pero en otros casos será necesario aprender a convivir con ello.
El paso del tiempo y los aprendizajes de la vida pueden ayudarnos a interpretar los conflictos de tal forma que dejen de ocasionarnos inquietud y malestar.
Por otro lado, a veces hay que aceptar que en la vida existen relaciones conflictivas sobre las cuales, por su antigüedad o complejidad, resulta difícil actuar mediante la puesta en práctica de acciones o estrategias concretas.
La práctica de la empatía, es decir, ponerte en el lugar del otro, y la escucha activa, son fundamentales a la hora de intentar resolver los conflictos. Te ayudan a entender la perspectiva de la otra persona y a actuar en consecuencia, y no exclusivamente en función de nuestra forma de ver y sentir las cosas.
Aplicar las siguientes pautas, te ayudarán en la gestión eficaz de los conflictos:
- Escucha atentamente lo que los demás dicen, sin estar pensando en lo que dirás a continuación ni dar opiniones a la ligera.
- Preguntar a la persona para entender sus razones.
- No interrumpir cuando alguien está hablando.
- No expresar por adelantado lo que va a decir la otra persona.
- No ignorar o negar los sentimientos de la otra persona.
- Aceptar las discrepancias y faltas de acuerdo con naturalidad, ya que a veces no es posible el consenso.
- Favorecer que los demás digan lo que piensan e invitarlos a que lo hagan positivamente, y no desde la agresividad.
Puedes aprender a analizar las causas de los conflictos que surgen en tus relaciones. Esto te ayudará a comprenderlos y a identificar las mejores formas de actuar para poder gestionarlos.
Dos historias, dos conflictos
Ángela y Manuela, son amigas desde hace más de 40 años. Ángela está harta, ya no sabe cómo decirle a su amiga Manuela que no le gusta cómo la trata cuando están reunidas con el resto de las amigas.
Acaba de decírselo una vez más, clarito, clarito: «Que no me haces ni caso, que ni me miras», dice Ángela. Y Manuela le ha respondido: «Todo lo que dices son figuraciones tuyas, yo te trato como a cualquier otra amiga».
«Eso es mentira», le ha vuelto a decir Ángela. Y ya no sabe qué hacer. Cada vez que habla con Manuela, se lleva un disgusto monumental. Al fin y al cabo, han sido amigas de toda la vida.
- ¿Sabe Ángela cómo se siente Manuela?
- ¿En qué está pensando Ángela cuando habla?
- ¿Cómo se siente Ángela cuando habla con Manuela?
Jesús y Mayte están hartos. Toda la vida esperando a tener nietos, y ahora se sienten utilizados. No hay día que puedan hacer ellos solos su plan.
Ya comprenden que sus dos hijos están muy liados y que, a estas alturas, compaginar la vida laboral y familiar sigue siendo un imposible. Sus nueras, además, tienen mucha jeta, pero cualquiera dice nada. La cosa es que ellos también quieren aprovechar su vida.
Hoy, Mayte ha quedado con sus dos hijos. Está dispuesta a decirles que hay unos límites. Pero tiene miedo de que no lo entiendan, los hijos siempre son un poco egoístas. Uno de ellos la comprende, el otro no.
La madre expone el problema: «Hijos, esto tiene que cambiar. Vuestro padre y yo estamos hartos. No tenemos otra vida que cuidar de vuestros hijos. Esto no puede seguir así. A partir de ahora, organizaros como queráis, que vuestro padre y yo ya os hemos ayudado bastante».
El lío está montado. «Estás exagerando, madre – le dice el mayor-. Pero si sois la mar de felices con los chicos, y ahora nos vienes con estas.» «Pues claro – responde Mayte -. A ver, que queremos tener nuestra vida, y vosotros no nos dejáis, vais a lo vuestro y punto.»
- ¿Sabe el hijo cómo se siente su madre?
- ¿En qué está pensando el hijo egoísta cuando su madre le pone límites?
- ¿Cómo se siente Mayte?
En todas estas historias ficticias, pero muy reales, se pone de manifiesto la importancia de ponerse en el lugar del otro para entender sus afirmaciones y responderle de modo que se propicie la comunicación entre ambos interlocutores.
Todos tenemos historias de conflictos con las personas con las que nos relacionamos.
¿Cómo has planteado tú la resolución de tus conflictos?
¿convives con ellos? ¿Has logrado solucionarlos?