Vamos a hablar de los placeres, el presente y la importancia de cuidarse emocionalmente.
De sentirse bien con uno o una misma a diario.
Sentirse bien con uno mismo es el único modo de llevar bien nuestras relaciones y actividades diarias.
Hay que tenerse en cuenta y valorarse.
Ya lo dijo Nietzsche.
“Ayúdate y los demás te ayudarán”
Tenemos que tomar conciencia de que el “hoy es un regalo, por eso se llama presente”.
Hay que saborear y degustar el placer de hacer las cosas.
Vivir el presente.
John Lennon decía:
“la vida es lo que sucede mientras estás ocupado en hacer otros planes”
Cuando se está feliz, el cuerpo lo detecta y lo transmite, igualmente ocurre cuando se está deprimido.
Todo lo que se haga por cuidarse, prestarse atención, sentirse bien dentro de la propia piel y no tratar de vivir la vida de los demás y para los demás, repercute de forma muy positiva en nuestra mente.
Se ha entendido de manera equivocada lo que significa vivir el presente.
Hay quien lo entiende como despreocupación por el futuro.
Falta de compromiso.
Ser poco previsor.
Pasarlo bien haciendo lo que a uno le da la gana en cada momento.
Sin embargo, vivir el presente no es ni más ni menos que la experiencia de hacer las cosas con el ritmo adecuado para permitir vivir con intensidad lo que cada momento nos depare.
Apreciar y sentir lo que se hace en cada momento.
Aprender a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, porque las grandes no suelen llegar muy a menudo.
Como dice Savater, “carpe diem” no significa que debamos buscar hoy todos los placeres, sino que debemos buscar y disfrutar de todos los placeres de hoy.
La felicidad en el presente tiene dos aspectos diferentes. Los placeres y las actividades gratificantes.
Los placeres nos proporcionan una felicidad pasajera.
Las actividades gratificantes, al poner en juego lo mejor de nosotros mismos en lo que se hace, proporcionan una felicidad permanente.
Los Placeres
Son efímeros e inmediatos e implican muy poco o nulo esfuerzo.
Hay placeres corporales que proceden de los sentidos y son momentáneos (una ducha caliente, recibir un masaje, un perfume, evacuar los intestinos o el primer trago de un café).
Y hay otros placeres que requieren más recursos cognitivos y que son más variados que los placeres corporales (ver una buena película, disfrutar de un paisaje, ir al teatro, caminar descalzo por la orilla del mar…)
En todo caso, a todos ellos nos acostumbramos rápido, pero también desaparecen rápido.
Son transitorios.
Pero nos alegran mucho la vida.
Aunque hay que distanciarlos para que no nos produzcan saturación.
Y tienen que sorprender.
La sorpresa evita que nos habituemos a ellos.
Está bien sorprendernos a nosotros mismos de vez en cuando.
También sorprender a los demás.
Lo más simple puede ser un placer.
Consejos para saborear y disfrutar los placeres:
- Compartir con otras personas la experiencia.
- Guardarlo en la memoria de forma muy consciente: tomar “fotografías mentales”. Llevarse un recuerdo físico (una rama, una hoja, una piedra, una foto) y tenerlo a la vista en casa. Nos aflorarán los recuerdos cada vez que lo veamos.
- Dejarse llevar por los sentidos y saborear al máximo la experiencia. Es como cuando cerramos los ojos al escuchar nuestra música preferida o al saborear u oler una comida.
- Permanecer absortos en la experiencia, sólo sentir, no pensar en nada.
- Expresar gratitud por lo que se siente.
Las actividades gratificantes
A diferencia de los placeres, ponen a prueba nuestras habilidades y nos hacen disfrutar de una forma más prolongada en el tiempo.
Actividades como: bailar, escribir, dibujar, jugar al ajedrez, practicar un deporte, leer un libro de un determinado autor, tener una buena conversación, viajar, conocer nuevos lugares…
Las gratificaciones nos involucran por completo.
Quedamos inmersos y absortos por ellas.
Perdemos la conciencia propia.
En ellas el tiempo se detiene.
Las gratificaciones duran más que los placeres; puede ocurrir que no resulten placenteras en el momento, pero luego se piensa en ellas como algo divertido que nos gustaría realizar de nuevo.
Implican más pensamiento que los placeres. No se convierten fácilmente en un hábito.
Requieren más esfuerzo.
Yo, particularmente, cuando juego un partido de tenis, me olvido de todo. Pierdo la noción del tiempo. En esas 2 horas el partido me absorbe por completo, estoy concentrado, encuentro una gran satisfacción, yo diría que estoy eufórico.
Acabo agotado (físicamente), pero feliz.
Aprender a darse gusto, tomarse un tiempo e introducir placeres sencillos en la vida cotidiana, actúa como un antídoto contra todo.
Y además levantan el ánimo.
Hablando de pequeñas satisfacciones y de las maravillas de la naturaleza, Perich decía:
“La puesta de sol es uno de los espectáculos más bellos de la naturaleza; el otro es la puesta de un huevo de dos yemas”.
Y a ti ¿Qué cosas te producen placer o gratificación?
¿Qué cosas te agradaban pero has dejado de practicar?
¿Hay cosas que siempre has considerado placenteras, pero nunca has hecho?