¿Cuántas veces te has sentido culpable de alguna situación vivida que ni siquiera tú habías generado?
Y a la hora de la verdad, era apenas una percepción.
La culpa nos viene desde la infancia.
Desde niños hay una serie de situaciones que no están en nuestras manos, que es parte normal de la vida, pero que nos señalan haciéndonos sentir culpables.
Se nos rompe una taza.
Culpable.
Se nos rompe un juguete.
Culpable.
Hicimos arte en las paredes de la casa.
Culpable.
Vamos creciendo con una cantidad de condicionamientos que nos dicen que la culpa parte de nosotros mismos y en realidad es sólo una percepción.
La culpa es una exigencia proyectada en nosotros mismos o en otra persona.
Tenemos que ser perfectos.
Pero eso es imposible.
Cometemos errores continuamente a lo largo de nuestra vida.
Porque los errores nos sirven además para aprender.
La culpa es una percepción de lo que se hizo, se pensó o percibió y que es considerado censurable.
Indice
¿Y quién nos dice si algo está bien o está mal?
Nosotros mismos.
Nosotros mismos censuramos nuestras acciones.
Cuando no cumplimos con las expectativas de los demás, esto también nos genera culpa.
El miedo, la vergüenza, nos deja luego en ese estado de culpa.
Si no hago lo que me piden y no cumplo sus expectativas me pueden abandonar. Y eso me da miedo.
Si no hago lo que me dicen, me pueden rechazar.
Me siento culpable y por eso me castigo.
De forma inconsciente.
Sentimos que requerimos un castigo porque hemos obrado mal.
Nos hacemos reproches.
Nos flagelamos.
Los sentimientos de culpa no tienen ninguna función
Las emociones y sentimientos tienen una función.
El miedo por ejemplo nos alerta de algo.
Pero la culpa, no tiene una función específica.
La culpa es un enemigo que nos hace sentir mal.
Nos bloquea, nos impide avanzar.
Es el resultado de la evaluación de un hecho pasado y surge cuando consideramos que no hemos hecho lo correcto o necesario en un momento determinado.
Y el no haber hecho lo correcto, generó consecuencias no esperadas ni deseadas.
Nos culpamos por lo que tenemos, por lo que somos y por lo que hacemos.
Traemos de fábrica una serie de culpas inconscientes.

Puedes sentir culpa porque tus hijos se han divorciado, por no tener hijos, por haber sido infieles, aunque sea sólo de pensamiento.
La culpa se puede convertir en sufrimiento.
A veces proyectamos nuestro sufrimiento en otros, queriéndoles hacer también culpables.
A veces la culpa sirve para manipular, creando un sentimiento de deuda.
Pero con la vara que medimos, seremos medidos.
No es bueno poner en otros las expectativas que nosotros no hemos podido cumplir.
El miedo muchas veces nos genera una necesidad de pertenencia.
Hago esto, aunque no lo quiera hacer para que no me cambien alguna situación especial.
Y al hacer lo que no quieres, ya te estás sintiendo culpable por hacer lo que no querías.
La culpa en el duelo
La culpa nace de la conciencia de que no hemos sido perfectos.
Cuando un ser querido fallece, nos quedamos con la idea de “y si hubiera”.
Y si le hubiera llevado a otro médico.
Y si le hubiera hecho más pruebas.
Y si me hubiera dado cuenta antes.
Y si…
Y si…
Esta situación nos consume.
Al final nos quedamos pensando que el fallecimiento es nuestra culpa.
Y resulta que lo que hicimos en ese momento, fue tomar decisiones, responsables, con los recursos que teníamos y decidiendo lo que podíamos hacer.
Nadie se levanta pensando. “Uy, a ver a quien le voy a hacer daño hoy”
No elegimos el dolor, pero sí elegimos sufrir
Muchas veces la culpa es una excusa para justificar el que me sienta mal.
Y nos desconectamos para vivir en sufrimiento.
El dolor va a llegar, pero se va a ir.
Sin embargo el sufrimiento es una elección.
Si no lo quiero dejar ir, ahí se va a quedar haciendo su trabajo, o sea fastidiándonos.
La culpa sucede cuando no comprendemos porqué pasó lo que pasó.
Asume las cosas y no te culpes.
Deja de castigarte.
No te sientas culpable.
“Termine la relación con mi hermano hace 20 años, pero todavía me siento culpable”.
¿Y él?
¿La relación no era de dos?
Nos sentimos culpables y la otra persona probablemente no siente ninguna responsabilidad.
¿Qué has hecho con responsabilidad en tu vida?
Piensa algo de lo que hayas sido responsable y te haya salido muy bien. O que te haya salido mal pero no te hizo sentir culpable.
¿Por qué otras situaciones las llevas al sufrimiento?
No eres culpable.
Eres responsable.
No permitamos que la culpa se instale en nosotros.
Muchas veces nos sentimos culpables por lo que pasa en el mundo. Y no está en nuestra mano.
Elige no sufrir, no juzgar.
Una sugerencia.
Fija prioridades.
Dedica tiempo a lo verdaderamente importante.
En sentirnos culpables se consume mucha energía.
Escribe todas las cosas por las que te sientes culpable.
Revisa las emociones que te llegan, busca emociones agradables que te ayuden.
Si ves que hay pensamientos que te atacan, déjalos ir y dales las gracias por el tiempo dedicado.
No se puede juzgar el pasado con el conocimiento del presente.